jueves, 29 de marzo de 2012

Día 4, Vuelta a empezar


Destensé el arco, no me podía explicar que hacían Rocío, Julián y Paula con Silvia en medio del parque.
Llamé a Adriano, obviamente tenía algo que ver. Rocío pasó corriendo a mi lado para abrazar a su nene. Los demás vinieron corriendo para ver quienes estaban allí.
Julián nos explicó lo sucedido y nos dijo que no podíamos volver a mi casa.
Silvia nos dijo que Aránzazu estaba en la comisaría de policía rodeada de zombies. Paula, temiendo por su propia vida dijo que lo mejor era darla por muerta.
Que podíamos hacer por ella, éramos unos simples estudiantes que habían conseguido sobrevivir a duras penas a muchos sucesos, pero, aún así que plan podíamos idear para llegar hasta ella y salvarla.
Silvia, se puso a llorar, pero le dio la razón a Paula.
Pensé que tener un ruido, como era el del claxon, sonando mientras durase la batería nos daría tiempo par salir de allí.
Vic pensó que podríamos encerrarnos en un centro comercial, tendríamos comida, lavabos, sitio para movernos y ropa.
La idea era buena, el problema era como llegar, estábamos a varios kilómetros del primer centro comercial, el de Nervión.
Jenni dijo que podríamos ir por los túneles del metro, en aquel momento era nuestra mejor baza.
Teníamos que planear como llegar a la boca de metro, ya que los zombies se amontonaban en el autobús, que estaba a escasos pasos de la entrada al subterráneo.
No podíamos esperar a que fuese de día, no sabíamos cual sería la duración de la batería del autobús.
Atravesaríamos el parque hasta llegar al otro lado, la calle Blas Infante, y una vez allí accederíamos a la boca de metro.
Repartimos pistolas, balas y cartucheras a los que estaban desarmados, les dije que utilizaran los cuchillos, la pala, la navaja, el arco la ballesta y el martillo para no hacer ruido, que utilizasen las armas de fuego sólo si fuese necesario.
Paula estaba contenta con su pistola, pero me dijo si podía tener dos, que así estaría mas segura. No objete y se la di, de hecho le di la mochila dónde estaban las armas, quedándome yo con una pistola, el rifle y el arco.
Le pedí a Vic que nos llevara hasta el metro, ya que ella llevaba la pala y podía ir en cabeza.
Empezamos a avanzar por el parque, la cosa iba bien, estaba todo tranquilo, hasta donde la luz de las farolas me permitía ver.
Salimos del parque y empezamos a caminar por la acera de camino al metro, miré hacia atrás y los zombies se agolpaban en el autobús, por suerte eran tontos.
Al mirar hacia delante vi que algunos zombies se acercaban hacia nosotros, llego el turno de las armas silenciosas.
Me descolgué el arco y saqué una flecha del carcaj. Vic con la pala, Paula al martillo, Miguel la ballesta, Julián un cuchillo y Adriano el otro, Vic le dio su navaja suiza a Nadia.
Tensé el arco y empecé a disparar mientras avanzábamos, no le daba a ninguno, Elia, Silvia, Rocío y Jenni, cogían las flechas que Miguel y yo íbamos perdiendo y las empuñaban como armas.
Nadia apuñalo en el ojo a un no muerto, aquella lobotomía hizo que muriera en el acto.
Paula, como ya era típico de ella, iba arrasando a martillazos con todo lo que se encontraba, era tal el baño de sangre que parecía que había salido de un concurso de miss camiseta mojada, lo único que lo que debiese ser agua era sangre.
Julián y Adriano iban degollando zombies, cosa que me resulto que les parecía divertida.
Rocío volvía a ser la que era, iba corriendo mientras con la punta de la flecha iba a sestando golpes en las cabezas de los no muertos.
Llegamos a la entrada del metro, había cadáveres en el suelo.
Al bajar las escaleras, observamos que las baldas de entrada estaban rotas, pasamos por ellas y volvimos a bajar otras escaleras, en mi vida había visto el metro tan desierto.
Las puertas de protección de acceso a los vagones estaban abiertas.
Empezamos a bajar al túnel, había como un metro de altura entra plataforma y las vías, luego nos costaría subir. Empezamos a caminar dirección Nervión, si todo iba bien deberíamos estar allí en aproximadamente una hora.
Estábamos muy cansados, habíamos dormido muy poco en aquellos días, por lo que la marcha era cada vez más lenta.
La vista alcanzaba sólo a lo que las luces de emergencia nos dejaban ver, llego un momento en el que la luz se acrecentaba, suponía que estábamos más cerca de la siguiente parada del metro, el lugar dónde todo empezó.
Al llegar allí y ver con más claridad me di cuenta de que había charcos en el túnel, no le di importancia.
Todo estaba igual de destrozado que en la parada de Blas Infante, no nos percatamos de ningún movimiento.
Jenni estaba muy cansada, y los demás dijeron de parar allí a descansar.
Empezamos a subir, era muy costoso, tuvimos que ayudar a subir a casi todos.
Nos sentamos en los bancos de espera que había allí.
Miguel y Paula fueron a inspeccionar la parte de arriba para ver si estábamos seguros y si había comida.
No pasaron ni cinco minutos, cuando los vi bajar con alguien a cuestas, detrás de ellos venían Aránzazu y Ro (pequeñita, morena, friki como todos nosotros, e reía de cualquier payasada que se hiciera, lo que la catalogaba de risueña aunque callada, defendía sus intereses cuando era necesario).
Vic y yo fuimos a ayudar a Miguel y a Paula, Jenni pasó cual estrella fugaz a nuestro lado para abrazar a Ro, su mejor amiga en la facultad, ella la creía muerta, pero allí estaba.
Cuando llegamos a la altura de Miguel y Paula vimos que al que estaban cargando era Luis.
Llegamos a los bancos y dejamos a Luis en el suelo, Silvia se abrazó a Aránzazu y los demás se alegraron de ver a los recién llegados.
Ro nos dijo que Luis estaba bien, pero que al venir aquí se resbaló y perdió el conocimiento.
Ro empezó a relatar su historia, aquel día le tocaba a Jenni ir a seguridad e higiene y a ella descansar, por lo que se disponía a ir al metro cuando vio gente extraña en la calle. Ya en el subterráneo todo empezó a desmoronarse, la gente gritaba y el tren dónde se iba montar no paró, hubo una explosión en los túneles.
Ro salió corriendo de allí, los zombies la perseguían así que acabó pasando estos tres días en la comisaría. Al día siguiente llegó Luis y hace una hora se encontró con Aránzazu, ya que los zombies se amontonaban cerca de la comisaria decidieron esconderse en el subterráneo, Luis se resbaló y así es como acabamos aquí.
Me pareció increíble como una persona sola había conseguido sobrevivir a esto.
Adriano les dio una pistola cargada a cada uno.
Luis empezó a despertarse, mi primera intención fue darle un puñetazo y preguntarle como estaba, pero pensé que era mejor dejarlo así.
Descendimos al túnel y empezamos a caminar otra vez, conforme avanzábamos el nivel del agua iba subiendo, cosa que no me gustaba nada, el metro pasaba por debajo del rio y aquella explosión que nos contó Ro pudo haber ocasionado grietas en la estructura.
Mire hacia un lado y vi como Elia iba abrazada a su arma, Ro, sin embargo, jugaba con ella como si fuera una cowgirl.
Llegamos a la siguiente parada, allí, detrás del cristal de seguridad, había varios zombies, no les hicimos caso y seguimos caminando, el agua nos llegaba a las rodillas, delante nuestra estaba el tren que se había estrellado, el tren que Ro mentaba en su historia.
Al acercarnos vimos como un chorro de agua salía de la pared, mis suposiciones eran ciertas, el agua del río se estaba colando en el metro.
Abrimos la puerta del vagón, ese fue nuestro error del día, aquello estaba lleno de zombies, empezamos a correr hacia atrás, pero ya nos habían visto, llegamos a la estación de plaza de cuba, rompimos el cristal, los pocos zombies que había en la plataforma empezaron a acercarse, yo subí primero y le pedí a Vic la para, empecé a atizarles mientras les pedía a los demás que subieran a ayudarme.
Le golpeé a uno en el cuello con el canto de la pala, muerto, escuche una especie de segadora detrás de mi, era Rocío, le había hincado el cuchillo a uno. Vi como otro zombie caía delante mía, tenía una flecha en el ojo, Miguel ya estaba arriba.
Un grito de ¡subid ya, están aquí¡ de Julián, me puso más nervioso todavía, abajo quedaban cuatro y los zombies estaban ya muy cerca de ellos.
Nadia consiguió subir mientras Paula mataba a otro zombie. Quedaban dos, levanté la pala y maté a uno, el último lo mató Jenni a golpe de escopeta.
Me dirigía a ayudar a los que quedaban por subir, le dí la mano a Julián y tiré, ya estaba arriba, quedaba Elia, no conseguí alcanzarla, los zombies ya estaban a su altura y ella empezó a correr, la perdí de vista, pero seguía escuchándola de gritar, empezó a disparar, pude contar seis tiros y después empezó el silencio.
Me incorporé, habíamos perdido a Elia.
Julián, que estaba mi lado, empezó a llorar, Rocío estaba de rodillas en el suelo, todos estaban conmocionados, Elia era una gran amiga.
Vic, todavía en pie, dijo que debíamos seguir, si Elia estaba viva se reuniría con nosotros en Nervión.
Descansamos allí con el alarido constante de los no muertos que estaban en las vías del tren.
Bajamos al otro túnel, caminando hasta la parada de Nervión sin problemas.
Salimos de la boca de metro. Vic, como canadiense que era nos dijo: “Let’s go to the mall, everybody”, lo que nos sirvió de relajante para lo que acabábamos de sufrir.
Corrimos como alma que se lleva el diablo y nos metimos en el centro comercial, bajamos las persianas antirrobo.
Se decidió que debíamos dividirnos en grupo para limpiar el centro comercial de zombies y cerrar las persianas de seguridad, nos encontraríamos en la primera planta, junto a la tienda 13, que estaba en el centro.
Vic, Nadia, Adriano, Rocío, Luis, Jenni y yo fuimos a la parte izquierda y el resto ala derecha.
Salimos a la zona intermedia, la que daba al campo de futbol. Al llegar a la otra zona, echamos las tres persianas de la entrada. Nos giramos, y allí había algo que queríamos muchos, comida, aunque era un stand de golosinas, aquello nos bastaba.  Primero tendríamos que acabar con dos zombies. Vic, se fue hacia ellos cual luchadora de artes marciales, y los mató sin que los demás moviésemos ni un dedo, ella no podía dejar que tocasen se más preciado tesoro.
Empezamos a devorar el stand, todo estaba buenísimo, el resto fue fácil, cerramos la persiana de la salida que estaba al otro lado, ya solo quedaba limpiar la primera planta y cerrar las persianas de la segunda.
Hecho eso, nos reunimos con los demás dónde se planeó, era la primera vez que teníamos la sensación de seguridad en aquellos cuatro días.
Fuimos derechos a los 100 montaditos y empezamos a preparar comida, mientras, Miguel servía cervezas y Adriano jugaba con el micrófono.
Empezamos a comer, la sonrisa se dibujaba en nuestras caras, dentro de aquel mundo habíamos encontrado un sitio dónde estar bien.
Al cabo de un rato, el sueño empezó a invadirnos. Nos fuimos al restaurante asiático que había allí al lado, que tenía sillones y nos quedamos dormidos.
Había sido un día largo, habíamos perdido a Elia, pero habíamos ganado, nuestro grupo había crecido, teníamos un sitio dónde comer y esperar a que alguien nos rescatara. Habíamos sobrevivido cuatro días y pensábamos hacerlo mucho más.

domingo, 25 de marzo de 2012

Día 3, Armamento (2ª Parte)


Retomando varias horas atrás a lo sucedido en la armería, nos encontrábamos  saliendo de mi casa. Rocío seguía en la cama y Julián y Paula en el salón.
Estos dos fueron a levantar a Rocío de la cama, pues esta tenía que comer algo. Rocío estaba más animada, pero no paraba de pensar en su novio, ella sabía que el día que todo comenzó el tenía dentista, y eso, la hacia pensar que Adriano podría estar muerto.
Al cabo de unas horas, Rocío vigilaba en la ventana y Paula empezaba a impacientarse, la armería no estaba lejos, pero también estaba cerca de la zona de la facultad, donde presenciamos el primer ataque, aquello la hacia pensar que algo malo nos podía haber ocurrido.
Sin pensárselo Rocío salió corriendo a la calle. Entre gritos, Paula y Julián salieron detrás de ella, dejando la puerta de la casa abierta. Llegaron a la calle a tiempo para sujetar a Rocío, pero no estaban solos, tenían a Marta enfrente de ellos. Enseguida comprendieron lo que quería Rocío, matar a Marta.
Algo inesperado les iba a ocurrir, Rocío no paraba de gritar que la soltaran, y Paula y Julián también lo hacían, pero con otro propósito, querían hacerla entrar en razón para salir de allí.
De manera diferente a la nuestra, habían descubierto que a los zombies les atraía el ruido.
Cada vez había más zombies, estaban indefensos y la puerta que daba a mi casa ya no era accesible, había muchísimos no muertos.
Salieron corriendo, en la primera calle giraron a la derecha y luego a la izquierda, hasta llegar a una gran avenida. Se pararon en seco, pues lo que tenían delante, eran varios zombies en el suelo devorando a personas, estaban vaciándolas mientras se comían sus órganos, la imagen era muy desagradable pero a ellos no les dio tiempo de pensarlo.
Un autobús de la línea 43 apareció de repente llevándose por delante a los zombies que se encontraban allí. Rocío, Julián y Paula tuvieron que apartarse rápidamente, pues el autobús iba derechos hacia ellos. El autobús empezó a parar y sus puertas se abrieron, al mirar al conductor se dieron cuenta de que era Silvia (alta, morena, no le hacen falta amigos para divertirse, pero si los tiene, su diversión y la de los demás se multiplica por diez), se subieron al autobús sorprendidos, y lo hicieron aún más al ver a Aránzazu (morena, bajita, graciosa como ella sola, es una payasa (literalmente), tarde dos días en aprenderme su nombre).
Silvia aceleró, lo que hizo que Paula cayera al suelo y que Julián y Rocío tuvieran que agarrarse a los barrotes.
Julián se dirigió a Silvia y le dijo que dieran la vuelta, ya que nosotros estábamos en la otra dirección.
Cada vez había mas zombies y Silvia no quería dejar ninguno con vida, iba atropellando a todos los que podía.
Empezaba a anochecer. Una explosión hizo que Silvia diera un volantazo, se subiera en una rotonda y se estrellara contra la que había allí.
El claxon se quedó encendido debido al golpe, todos estaban bien, estaban en la rotonda de República Argentina y los zombies se acercaban al autobús.
Aránzazu bajó del autobús y fue corriendo hacia la comisaría de policía que había allí, consiguió entrar. Los demás intentaron seguirla, pero una barrara de zombies les impedía en paso, mientras gritaban para avisar a Aránzazu de que no podían pasar, corrían hacia el Parque de los Príncipes para esconderse.
Estaban detrás de un árbol cuando Paula los mandó callar a todos, había escuchado pasos. Silvia se giró y me vio a mi apuntado a su cabeza con un arco.

jueves, 22 de marzo de 2012

Día 3, Armamento (1ª Parte)


No tenía ni idea de dónde podían estar los demás, habíamos llegado a mi casa y no estaban allí, algo iba mal.
Rocío, Julián y yo estábamos a salvo en mi casa, tranquilizándonos los unos a los otros.
No cesábamos de mirar por la ventana por si por algún casual alguno de nuestros amigos aparecía. En uno de esos vistazos que eché me di cuenta de que el coche de Jenni seguía en la calle, ahí en medio, justo dónde lo habíamos dejado, lo que me hizo pensar que no podían estar muy lejos.
Decidí ducharme y cambiarme de ropa, me puse mis zapatillas de balonmano, los vaqueros más cómodo que tenía, una camiseta negra y mi sudadera favorita.
Cuando salí de mi habitación vi que Julián me había imitado y se estaba duchando, mientras, una acongojada Rocío lloraba en el salón aún por la muerte de Marta. Lo que más me dolió de aquello fue que no pudiéramos dejarla descansar y que su cuerpo siguiera caminando por la ciudad.
Cuanto más tiempo pasaba, la horda de zombies que dejamos atrás se iba disipando.
Fui a darle una toalla a Julián. Al volver al salón, para abrazar a Rocío, una serie de golpes empezaron a amartillar la puerta. Rocío y yo pegamos un brinco, cogí un cuchillo y me acerqué a la puerta y la voz de Jenni llegó a mis oídos, abrí rápidamente y uno tras otro mis amigos iban entrando en la casa. Venían cargados de comida. Cerré la puerta y los miré fijamente, parecía que habían pasado por una hecatombe.
En medio de aquel silencio, Rocío dijo que Marta había muerto y que ahora era un zombie. Les relaté lo que nos ocurrió, algunos empezaron a llorar, Miguel sin embargo empezó a contar lo que les había ocurrido a ellos.
Al parecer, cuando Rocío, Julián y yo nos fuimos con Luis y dejamos a Miguel, a Paula y a Elia con nuestra guardia empezaron a hablar de lo que tenían que hacer. Un par de horas después, el grupo se despertó y Nadia les dijo que si seguíamos en la casa no tendríamos comida para más de dos días.
Se dividieron en dos grupos, uno iría a ver que nos pasaba a nosotros en casa de Luis y el otro a el Día a por comida.
Cuando Vic, Jenni y Paula no dieron con nosotros decidieron volver al supermercado, al salir todos juntos de allí fue cuando se toparon con la horda zombie. Decidieron esperar allí hasta que pudieron salir y llegar hasta la casa.
Cuando terminó el relato ya nos había inundado la oscuridad de la noche.
Mientras Vic y Nadia hacían la cena los demás nos preguntábamos hasta dónde llegaría la infección y que cuanto tiempo tardaría el ejército en erradicar la amenaza y lo más importante, si estaríamos vivos para cuando eso ocurriera. Aquella pregunta sembró en nuestras cabezas la idea de que nos podríamos defender mejor, fue entonces cuando Elia nos informó de la existencia de una armería cerca del Parque de los Príncipes.
Se decidió que a la mañana siguiente un grupo iría a la armería.
Nos pusimos a cenar sin apenas hablar. Al terminar, empecé a fregar los platos mientras los demás se repartían par dormir, al final acabé tumbado en el sofá, mi mente no pudo elaborar ni un solo pensamiento, me quedé dormido.
Me desperté a la mañana siguiente con el pensamiento de que tenía que ir a clase, hasta que mi cerebro se activo y la realidad llegó. Jenni estaba de pie ante mi, le di los buenos días y me dirigí a la cocina para desayunar, una taza de café y un trozo de pan me fueron suficientes.
En los cuartos se iban despertando, menos Nadia y Rocío que eran las dormilonas del grupo. Desperté a Nadia y me maldijo con la mirada. Cuando fui a despertar a Rocío vi que tenía los ojos abiertos, la dejé tranquila, lo estaba pasando mal.
Nos reunimos en el salón, Miguel nos dijo que el tenía muy decidido de que el iría a por las armas. Vic, Nadia, Jenni, Elia y yo también dijimos que sí. Paula intervino diciendo que los demás podían quedarse esperándonos y defendiendo la casa, además alguien tendría que estar pendiente de Rocío.
Una vez trazado el plan le pedí a Nadia que preparase botellas de agua, me dirigí a mi cuarto y cogí las mochilas que tenía, eran cinco, y las repartí entre los que iríamos a la armería, Nadia cogió la suya de su cuarto. Cogimos los cuchillos, la pala y el martillo, volví a la cocina y abrí el primer cajón, cogí el mechero y me lo metí en el bolsillo.
Nos abrazamos a los que se quedarían allí guardando el fuerte. Rocío seguía en la cama con los ojos abiertos, sin decir nada, parecía que las fuerzas la habían abandonado.
Con la pala en la mano y la mochila en la espalda me dispuse a bajar las escaleras de camino a la calle, pasando por el descansillo donde Paula había abatido a un zombie y cuyo cadáver seguía allí.
Antes de salir del piso, miré a ambos lados de la calle y divisé que había varios zombies, pero estaban lo bastante lejos del coche como para no tener que arriesgarnos y matarlos. Nos dirigimos al coche, Elia se subió al copiloto y Jenni al conductor, los demás nos subimos detrás.
Con el coche en marcha giramos a la derecha, y allí estaba ella, era Marta en medio de la carretera, nos empezamos a poner nerviosos, Jenni empezó a reducir la velocidad, hasta que un grito de acelera de Vic la hizo pisar el acelerador a fondo y atropellar a Marta, haciendo a esta volar por encima del coche. Me giré hacia atrás y la vi ponerse de pie, no acabamos con ella tampoco en esta ocasión, seguimos hacia delante, giramos y perdimos a Marta de vista.
Pasado un rato, el silencio era otro acompañante más en el coche, pues, ninguno hablaba. La cosa empezó a ponerse intranquila, estábamos a punto de entrar en lo que para nosotros era la zona 0. Estaba todo lleno de no muertos, algunos nos miraban y otros perseguían al coche.
Llegamos a la armería, nos bajamos del coche y cogimos nuestras armas, teníamos que abatir a un par de zombies antes de llegar a la puerta de la tienda, me dirigí hacia uno y le di tal palazo en la cara que la mitad de esta se desprendió tiñendo de rojo el capó de un Seat Alhambra. Con el cuchillo en mano y con mucha ira reprimida, Jenni, se dirigió cautelosa hacia el otro, y antes de que este se pudiera abalanzar sobre ella, le atravesó la mandíbula con el cuchillo, llegando este hasta el cerebro. Al sacar el cuchillo, Jenni se llenó la camiseta de sangre.
Nadia intentó entrar en la tienda, pero la puerta estaba cerrada, les dije que se echaran para atrás, iba a intentar romper el cristal con la pala, di golpes una vez tras otra hasta que el cristal se rompió y la alarma empezó a sonar, entre y busque la alarma y le di un palazo que hizo que el sonido cesara.
Salí afuera y escuche que alguien llamaba a gritos a Vic y a Miguel, alce la vista y justo al lado de un cartel dónde ponía clínica dental, en una ventana, estaba Adriano, el novio de Rocío (aparentemente echado para adelante, pero un solo bicho podía hacerlo correr varios metros, en mi opinión era el tipo de persona que le podía caer bien a todos), al cabo de dos minutos bajo a la calle y salió corriendo hacia nosotros, lo primero que hizo fue preguntarnos por Rocío, la amaba con locura, Miguel le dijo que estaba bien, que estaba en mi casa. Me dijo que estaba mas delgado, lo que en aquella circunstancia me hizo romper la tensión y soltar una carcajada, Adriano me tapó la boca y me dijo que el rudio los atraía.
Estos cabrones no solo nos aterrorizaban y nos mataban al mordernos, sino que nos perseguían sin tregua y para colmo el ruido los atrae.
Entramos todos en la armería y cerramos la puerta. Empezamos a romper las vitrinas, y a meter pistolas y sus correspondientes balas en las mochilas, cogimos también sus cartucheras para poder llevarlas atadas a la cintura. Miguel vio una ballesta y no dudo en colgársela a la espalda con su correspondiente carcaj. Yo me enamoré del arco que había al lado de la ballesta, cogí su carcaj y el protector de dedos.
Me fije en los demás, estaban cogiendo toda la munición posible para las escopetas que llevaban en las manos.
Al mirar hacia arriba vi un rifle con mirilla, lo cogí, pensé que nos sería útil para las distancias largas.
Me asomé a la trastienda y vi a Elia, que estaba cargando su pistola, la imité y me colgué la pistola en una cartuchera. Nadia entró en la trastienda y vio un bote de gasolina para un pequeño motor que había allí, pensó que podríamos cargarlo en el coche por si en algún momento la ciudad se quedaba sin luz, lo que nos pareció buena idea. Adriano, Nadia y Elia empezaron a sacarlo, mientras Miguel me llamaba para hacer prácticas de tiro con el arco y la ballesta con un par de zombies que había en la calle.
Salimos de la armería, Miguel cargó una flecha en la ballesta, yo me puse el protector en la mano izquierda y cogí una flecha del carcaj. Ya habían conseguido sacar el motor de la tienda, ahora quedaba subirlo al coche.
Miguel disparó primero, rozando al zombie en la pierna, este se tambaleó, pero siguió de pie y ahora caminaba hacia nosotros. Era mi turno, estiré el arco y solté, todavía no se donde fue a parar la flecha, pero, sin duda, paso muy lejos de darle al no muerto, aquello no era tan fácil como se veía en las películas.
Un disparo sonó en la trastienda, hubo gritos y corrimos hacia dentro para ver que pasaba, todo el mundo estaba bien, era Elia, su arma se había disparado. Al salir para seguir practicando vimos que aún no habían cargado el motor y que estaban mirando cada uno en una dirección, el ruido había hecho que los no muertos vinieran hacia nosotros, estábamos acorralados.
Cargaron las armas y nos dispusimos a disparar para ver si podíamos contenerlos, ya el ruido daba igual. Apoyé el rifle en el coche de Jenni, miré por la mirilla y empecé a disparar, le volé a uno la cabeza, el retroceso del rifle me hizo daño en el hombro. Los disparos no cesaban, eran continuos, pero eran demasiadas dianas que abatir y cada vez estaban más cerca.
Nadia salió corriendo hacia la armería diciendo que tenía una idea y que los entretuviéramos, como si eso fuese tan fácil.
Vi a Jenni dar tiros bastantes certeros, la metralla salía de su escopeta dándole a varios no puertos a la vez, Vic, sin embargo, estaba usando la pistola, matando a los zombies de uno en uno. Adriano era el más temerario de nosotros, era el que estaba más cerca de los no muertos y no dejaba de apilar cadáveres con las pistolas que llevaba en cada una de sus manos. Miguel seguía realizando el tiro a la diana con la ballesta, mientras Elia daba pocos tiros certeros, cada ve que disparaba cerraba los ojos.
Nuestro radio de seguridad se iba reduciendo, aquello era una masacre, se nos acababa el tiempo y la munición.
Nadia nos llamó y entramos en la armería, todo olía a gasolina, al parecer su plan era prenderle fuego a todo y salir por la trastienda.
Los zombies empezaron a entrar en la armería, lo que hizo que empezáramos a salir por la parte de atrás. Nadia me pidió el mechero que llevaba en el bolsillo e intento encenderlo, pero no surtió efecto, estaba demasiado nerviosa como para encenderlo. Un disparo, que sonó detrás nuestra, hizo se que prendiera la gasolina, al darme la vuelta vi que había sido Elia. Salieron todos pero yo me quedé para cerrar la puerta de la trastienda e intentar relentizar a los zombies ardientes, cuando estaba a punto de salir la munición que quedaba en la armería empezó a explotar, hasta que una gran explosión hizo que saliera despedido de la tienda.
Me encontraba tirado en el suelo, no escuchaba nada, estaba aturdido. Al darme la vuelta, un zombie se me tiró encima, le sujeté el cuello con la mano izquierda y con la derecha empecé a buscar algo con lo que golpearle, encontré mi carcaj, cogí una flecha y se la metí por la boca tan profundamente que dejó de moverse. Vic me quitó el zombie de encima y empezó a gritarme, pero no escuchaba nada.
Me levanté, todo estaba destrozado y ardiendo, supuse que el coche abría sido destruido por la explosión, no lo podíamos ver ya que estábamos al otro lado del edificio. Cogí el arco y el carcaj, el rifle y la mochila estaban a unos cuantos metros de mi, también los cogí.
Me di la vuelta y vi que todos estaban bien. Varios zombies se dirigían hacia nosotros. Empezaron a hablarse unos a otros pero yo solo escuchaba un pitido.
Vi que Vic tenía mi pala en su mano y que empezaba a dar palazos a diestro y siniestro mientras corría en dirección al Parque de los Príncipes, todos empezaron a correr tras ella, Miguel tiró de mi para que yo también corriese.
De repente, el sonido vino a mis oídos, corríamos por Virgen de Luján, sorteando a zombies o acabando con ellos.
Sin darme cuenta, el Sol ya estaba mirando hacia el oeste, habíamos llegado al Parque de los Príncipes. Decidimos escondernos y descansar.
Nos quitamos las mochilas y nos sentamos en un banco. Vi detrás de un árbol lo que parecía un grupo de no muertos, mande a callar a mis amigos, cogí el arco, una flecha y lo tensé, me dirigí cautelosamente hacia el grupo de zombies, eran cuatro, pero ni por lo más remoto estaban muertos, eran humanos y yo me encontraba allí de pie apuntando con un arco a la cabeza de Silvia.
  

miércoles, 14 de marzo de 2012

Día 2, La muerte


Era de noche, seguíamos en el mismo sitio, estacionados en la gasolinera. Nuestro grupo había crecido a ocho y estábamos contentos, para nosotros tres amigos habían vuelto a la vida.
Estaba cansado y cubierto de sangre. Me dirigí a los servicios de la gasolinera, mientras, los demás discutían como nos moveríamos ahora con un solo coche, me lavé el cuello y la cara, con la camiseta no había nada que hacer estaba teñida de rojo.
Al volver al coche vi que Jenni estaba al volante, Elia sentada en el copiloto con Paula encima, atrás, Miguel cogía a Rocío y Julián a Vic, el hueco que quedaba era el mío.
Jenni arrancó el coche y se puso en el lado derecho de la carretera, el que iba al centro de Sevilla.
Vic, con la navaja suiza cerrada en la mano, me dijo que la pala y el martillo se encontraban en el maletero, me alegre pues pensé que nos lo habíamos dejado.
Jenni puso rumbo a mi casa, así, podríamos descansar.
Al llegar a Triana las calles estaban muertas, ya no era aquel barrio alegre dónde la gente paseaba a todas horas.
Al girar a la derecha, ya en mi calle, había dos zombies, Jenni frenó justo enfrente del portal, con las llaves en las manos salí del coche, Elia y Paula hicieron lo mismo y cogieron del maletero la pala y el martillo para cubrirme mientras abría la puerta. Los dos muertos empezaron a acercarse a nosotros, conseguí abrir la puerta a pesar de que me temblaba la mano, di un grito ahogado, había un zombie en el descansillo de la escalera, me aparte y Paula entró asestando un golpe certero en la cabeza del bicho desparramando los sesos por el suelo y manchándose la cara y el pelo de sangre, lo que la hizo vomitar del olor y lo asqueroso que resulto la escena.
Aún fuera, ya habían salido todos del coche, Miguel empujó a un no muerto y cayó al suelo, entonces Elia empezó a asestarle golpes que iban deformándole cada vez más el cráneo, el zombie murió al tercer golpe, pero Elia tenía una cuenta pendiente con ellos. Al segundo lo abatieron Julián y Vic, esta última abrió la puerta del coche tan fuerte que el no muerto salió despedido hacia atrás, momento que aprovechó Julián para pisarle el cuello con fuerza e incesantemente hasta que este estuvo roto y el zombie muerto.
Giré la llave, y abrí la puerta de mi casa, las luces estaban encendidas, empecé a llamar a Nadia (mi compañera de piso, pelo castaño, risueña, delgada, muy vaga, sólo la he visto correr en una ocasión, que es cuando pierde el autobús), me contesto a mi tercer intento, estaba encerrada en su cuarto, cuando llegué hasta allí abrió la puerta y se me abrazó, tenía unas tijeras en las manos.
Al volver al salón ya estaban todos allí, habían cerrado la puerta y sus tres cerrojos. Nadia nos contó que se habían cancelado las retransmisiones de televisión y que internet no funcionaba, lo único que seguía funcionando era la línea telefónica.
Paula y yo fuimos al baño a lavarnos un poco, fui a mi cuarto y me cambie de camiseta, cuando llegue Nadia ya había repartido comida a todos.
Había llegado el momento de pensar inteligentemente y racionar nuestras fuerzas, así que, nos dividimos en grupos para dormir y hacer guardia. A la habitación de Nadia situada a la mitad del pasillo se fueron Vic, Jenni y Nadia, y a mi habitación Elia, Paula y Miguel, quedándonos en el salón para la primera guardia rocío, Julián y yo.
Julián y Rocío ocuparon cada uno un sofá y empezaron a hablar entre ellos, yo fui a la cocina en busca de algo de comer.
Levante levemente la persiana del salón, no sin antes apagar la luz, mis compañeros seguían hablando de sus familias y de sus novios, estábamos muy cansados y la voz de Rocío y Julián empezaban a palidecer.
En la calle no había nadie, ni un alma, me paré a pensar un momento en que el silencio poblaba todo, ni gatos, ni perros ni pájaros.
Miré el reloj de mi móvil y vi que marcaba las cuatro, una notificación me había llegado, un mensaje de mi madre bastante tranquilizador, todos estaban bien, fui a contestar pero la comunicación telefónica ya había terminado.
Al volver a poner la vista a la calle, vi una melena rubia que me parecía familiar, era Luis, parecía normal, estaba vivo. Abrí la ventana y lo llame, su corazón dio un vuelco, al volver a llamarlo se giró hacia la ventana, la desesperación inundaba su cara, lo hice subir, lo que hizo que Rocío y Julián fueran a recibirlo a la puerta. Al verlo entrar, me di cuenta que el chico alegre que yo conocí ya no estaba, entonces empezó a susurrar. Al parecer un zombie había mordido a Marta (Rubia, pelo largo, bromista, inteligente, puede darte conversación para casi todo, la guerrillera de la escuela), nos dijo que en el brazo y que seguía viva. Rocío se empeñó en ayudarla, así que no lo dudé, fui a mi habitación y le dije a Miguel lo que ocurría, su grupo me sustituyó en la guardia, cogí el botiquín de mi armario y volví al salón, me metí las llaves en el bolsillo, cogí la pala , Julián y Rocío cogieron los cuchillos más grandes que encontraron en la cocina. Julián cerró la puerta y salimos del edificio.
Giramos a la derecha, asegurándonos, que detrás de cada esquina no hubiera ningún muerto. Al girar en la última esquina, Luis, que iba el primero, dio un grito, un zombie estaba cerca de la puerta de su edificio.
Rocío y Julián fueron a por él, yo repetí la acción y Luis vino detrás, no hizo falta que yo interviniera, Julián lo apuñalo en el cuello , pero el zombie ni se inmutó, entonces Rocío le clavó su cuchillo en la nuca, saliendo este por el ojo.
Entramos al edificio, subimos las escaleras y entramos en la casa. Estaba todo en silencio, Luis nos condujo hasta la habitación dónde estaba Marta tirada en una cama, su brazo se tornaba azul y con bastante pus, estaba aturdida, las ojeras se incrementaban con el paso de los minutos y estaba empapada en sudor. Nos reconoció a todos, dibujando una leve sonrisa en su magullada cara.
Nos pusimos manos a la obra, le lavamos la herida y con povidona se la curamos, Rocío le puso el vendaje, se había quedado dormida, su pulso era débil.
Luis se quedó con ella mientras Rocío nos llamaba a Julián y a mi al salón para contarnos algo que sería revelador para nosotros. Ella nos contó que había visto como las personas mordidas morían y volvían a la vida convertidas en zombies.
Aquella conversación me dejó abrumado, me senté en el sofá y caí en un profundo sueño.
Un grito de desesperación de Luis me despertó y me hizo ponerme de pie sin apenas darme cuenta, era de día y yo diría que estaba bien avanzado. Fui corriendo al cuarto dónde estaba Marta, y por la cara de llanto de Rocío supe que Marta había muerto.
Mis ojos se nublaron y las lágrimas cayeron por mi rostro, no me lo podía creer, hasta ese momento no fui verdaderamente consciente de que la gente de mi alrededor moría y de que todos podíamos acabar igual si no íbamos con cuidado.
Ahora sólo quedaba esperar si lo que nos dijo Rocío sería verdad. Luis pensó en que podríamos hacer con ella, sus padres querrían saber de su muerte, pero no teníamos ninguna manera de avisarlos.
Nos reunimos los tres en el salón, miré el reloj, eran las siete de la tarde. Estuvimos discutiendo sobre lo que debíamos hacer, pero Julián estaba a nuestro lado sin decir ni una palabra, hasta que se decidió a hablar. Julián quería quemar a Marta para que no despertará como zombie, el problema era que no podríamos sacarla a la calle sin que nos vieran los muertos y sin arriesgar nuestras vidas.
Un ruido procedente del otro lado del pasillo hizo que una sensación de frio nos recorriera la espalda, tuvimos que tirar de Luis para que no fuera a ver que era, Marta asomó al fondo del pasillo su cabeza, sus corneas eran blancas y estaba aún mas demacrada que cuando murió, Luis me golpeó en el estomago para que lo soltará, lo consiguió, me encogí de dolor y Luis se fue de la casa dejando la puerta abierta. Mientras Rocío me ayudaba a recuperarme Julián cerraba la puerta del pasillo para impedirle a Marta el paso.
Un grito en la escalera hizo que nos activásemos, no podíamos seguir allí teníamos que correr. Cogimos la pala y los cuchillos y salimos de la casa, al mirar por el hueco de la escalera vimos que los zombies empezaban a subir, sólo quedaba un camino y era subir por las escaleras.
Una vez en la azotea nos dimos por perdidos, no teníamos salida. Me acerqué a mirar por el precipicio para comprobar cual sería la caída, sin duda, saltar provocaría nuestras muertes. Me giré y no pude encontrar a Julián, lo habíamos perdido. Los zombies estaban accediendo a la azotea, cerré los ojos, me acorde de mi familia, de mis amigos. Alguien tiró de mi brazo, era Rocío, Julián había saltado al otro edificio, nosotros también saltamos, cruzamos la puerta y bajamos las escaleras hasta llegar a la calle, todo estaba abarrotado de no muertos. No podíamos hacerles frente, corrimos todo lo que nos dio nuestras piernas hasta llegar a mi casa, abrí la puerta del portal mientras Rocío y Julián me cubrían, subimos las escaleras a toda prisa, abrí la puerta de mi casa y al entrar allí no había nadie, todos se habían ido, ni una nota, ni una sola señal que nos indicara que podía haber pasado, estábamos solos.
Nuestro grupo se había reducido, habíamos perdidos a los demás, pero en este día descubrimos cosas y lo peor, perdimos a una amiga.
Seguimos siendo supervivientes y nuestra pesadilla continua.