domingo, 17 de junio de 2012

Día 8, El Fin (1ª Parte)



Seguíamos en aquel edificio de oficinas, era de noche y a la mañana siguiente todo se acabaría, todo por lo que habíamos pasado, los amigos que habíamos perdidos y todo era para morir en una explosión.
Me levanté del sofá y me dirigí a la planta de abajo para enseñarles a los demás la carta. Vic me siguió, sus ropas estaban ensangrentadas y rasgadas, eran las típicas prendas que llegadas a ese punto sólo valdrían para trapos.
Llegué al vestíbulo y un Juan Carlos que me costaba reconocer, pues su cara sólo mostraba sufrimiento, se abrazó a mí, pero no tenía fuerzas para devolvérselo, sólo pude levantar la mano y ofrecerle la carta a Elia.
Me senté al lado de Rocío, que seguía inconsciente, tendríamos que explicarle lo de Adriano y también lo de la bomba, pero con delicadeza, no querríamos que entrara en shock otra vez.
Elia empezó a leer y lo que podía haber sido un momento de felicidad porque habíamos encontrado a Juan Carlos se tornó en un momento de desesperación. Conforme llegaba al final de la carta la voz de Elia se iba acortando, cada vez más leve y entre sollozos leyó el último mandato del general.
El pánico invadió al resto, íbamos a morir, nuestras esperanzas se habían ido, pues, que podríamos hacer nosotros frente a un ejército y contra una horda de zombies que poblaba la ciudad al mismo tiempo.
Jenni pidió que tuviéramos la mente fría, se levantó y se dirigió hacia el resto con un discurso esperanzador:

  • Nadie apostaría por nosotros, pero desde el primer día fuimos fuertes y salimos adelante. Yo misma tuve que huir por mi propio pie de la escuela en medio del caos, por suerte en mi camino me tope con Paula y Miguel y juntos rescatamos a Adrián y a Elia en mi coche. Sobrevivimos durante tres días en casa de Adri y poco a poco vimos como le llegaba la muerte a nuestros amigos, la primera fue Marta que está ahí fuera como uno de ellos y poco a poco han ido cayendo más y más. Pero somos fuertes y podremos sobrevivir a esta, trazaremos un plan de huida y saldremos de la ciudad antes de que caiga esa maldita bomba – con esas palabras Jenni terminó de hablar.
Desde mi punto de vista ahora era más alta y estaba lista para la batalla.

  •         Deberíamos intentar salir por los túneles del metro-. Dijo Aránzazu mientras se levantaba.
  •        Con un autobús podríamos intentar salir a la fuerza de la ciudad-. Jadeaba Silvia aún cansada por lo sucedido.

Entre gritos, todos dábamos ideas sin darnos cuenta de que Rocío había despertado y que asustada buscaba a Adriano. Paula se acercó a ella y con toda la delicadeza que salió de sus palabras, que era más bien poca, le explicó como Adriano se sacrificó una vez lo habían mordido para salvarnos a nosotros.
Rocío empezó a llorar, no había palabras ni actos que pudieran consolarla en aquel momento. Empezó a pegarle a Paula y esta solo se quedó inmóvil recibiendo los golpes, dejando que Rocío se des estresara. Poco a poco los golpes de Rocío fueron perdiendo fuelle hasta que sus golpes acabaron convirtiéndose en un abrazo y sollozos.

Al poco rato, Rocío estaba más tranquila y dispuesta a escuchar lo que teníamos que decir.
Julián le preguntó a Juan Carlos por Patricio, su perro, y este le respondió que Patricio seguía en el veterinario.
Arranqué un mapa que había en la pared y lo puse encima de una de las mesas que había allí. Llamé a Vic y a Ro para que me indicaran cuales eran los dos caminos opuestos que seguía en metro para ir a sus dos extremos. Con un bolígrafo trazaron en el mapa el recorrido del metro.
Solís dijo que lo mejor era salir por Olivar de quintos.
  •        ¿Estás segura Rocío?-. Le preguntó Cristóbal a Solís con tono de preocupación.
  •         Sí-. Respondió esta tajantemente.
     Julián intervino entonces apartándome de la mesa y se puso a observar el mapa.
  •         ¿Dónde está el veterinario?-. Pregunto Julián a Juan Carlos a la vez que señalaba el mapa.
  •        ¿¡Estás loco!?-. gritó Rocío. Era más una afirmación agresiva que una pregunta-. No puedes ir a por Patricio, mira a Adriano, si él no lo ha conseguido tu perro tampoco lo habrá hecho.
  •        Pero es nuestro perro y tenemos que ir a por él, no pienso dejarlo allí.
  •        Yo os acompaño-. Se incluyó Paula.
  •         Y ahora dime Juan Carlos, ¿Dónde está el veterinario?.
Juan Carlos se acercó al mapa y señaló una calle, no muy lejos de dónde nos encontrábamos, pero, teniendo en cuenta que había una horda de zombies a nuestras puertas y que el tiempo era oro aquella calle parecía estar muy lejos.
Con una voz que sonó pequeña y apenada Aránzazu dijo que quería acabar con Marta y dejarla descansar, era lo que Luís querría.
  •        Está bien, haremos tres grupos-. Dije como si yo fuera el capitán de un escuadrón y aquel fuera mi equipo-. Julián, Juan Carlos y Paula irán a por Patricio; Aránzazu y Silvia irán a por Marta, ¿Alguien quiere acompañarlas?-. Ro y Rocío levantaron la mano-. Pues el resto iremos al metro.
  •         ¿y cómo salimos de aquí?, estamos rodeados-. Con esta pregunta Nadia mermó un poco nuestros ánimos.
  •         Creo que hay unas escaleras de incendio en la ventana de arriba, podríamos bajar por allí-. Comentó Vic.
Jenni se sacó lo que parecía una granada del bolsillo.
  •         Podemos tirarla y abrir el camino, todavía tengo dos más, se las quité al militar que maté en Nervión.
Pues ya teníamos plan, nos repartimos las armas, me eché el arco a la espalda y me colgué las pistolas. Le di el rifle a Ro, ella sabía utilizarlo mejor que yo en las distancias largas.
Subimos a la planta de arriba, nos acercamos a la ventana y observamos que los zombies se habían esparcido, pero aún quedaban bastantes para no permitirnos salir.
Jenni tiró la primera granada cerca de la puerta para que pudiéramos salir. Al explotar hizo que pedazos de errantes pasaran volaran y los que estaban cerca de la explosión cayeran al suelo por culpa de la onda expansiva.
Empezamos a descender por las escaleras anti-incendios, nos separamos en grupos. Vi como cada uno iba en una dirección hasta que los perdí de vista, nos reuniríamos con ellos en Olivar de Quintos al salir el Sol.
La boca de metro estaba a tres calles de allí, solo había que girar dos esquinas. Empezamos a luchar, Nadia ya era una maestra del cuchillo, rebanaba cuellos como si hubiese sigo verdugo de la inquisición.
Cogieron a Jenni por detrás, Elia se acercó a ayudarla con la pala, pero no hizo falta, cuando estuvo a punto de morderla en el cuello, Jenni le hincó su cuchillo de caza en el ojo hasta el fondo, quedándose el errante quieto.
A Vic le encantó encontrar el stick en Nervión, daba placajes como si fuese una profesional del futbol americano y una vez los tenía en el suelo les rompía el cuello con el stick, en ese momento vi que era una canadiense.
Llegamos a la boca de metro y bajamos por las escaleras mecánicas con cautela, pues, no sabríamos lo que habría allí abajo. Para nuestra sorpresa no eran ni militares ni zombies, el nivel del agua había subido y al bajar a las vías vimos que nos llegaba por la cadera.
Empezamos a caminar por las vías de la derecha en dirección Olivar de Quintos mientras los cadáveres pasaban flotando a nuestro lado, no sabía ni lo que estábamos pisando, tenía la sensación de que allí no quedaba nada con vida. Escuché a Elia dar un grito de los suyos, al girarme vi que el zombie que había pasado flotando a mi lado la había agarrado del pelo y quería morderla, la hundió en el agua, perdí a Elia de vista, sólo veía la cabeza del errante fuera del agua y muchas burbujas a su alrededor, Elia luchaba por salir, pero su agonía se acrecentaba con el paso de los segundos. Solís le hundió la botella rota del tío pepe en la cabeza, pero Elia había dejado de moverse y no salía, Cristóbal se sumergió para buscarla y al primer intento logró dar con ella, Elia no respiraba. Lo ayudé a mantenerla fuera del agua mientras Vic, que era socorrista le practicaba un RCP. Los demás nos miraban asustados, se acercaban a ofrecer su ayuda pero la labor de Vic era tan intensa que ella sola podía reanimarla. Elia empezó a toser y a echar agua por la boca, había vuelto, estaba con nosotros, podíamos continuar con nuestro camino. Cristóbal se echó el brazo de Elia por encima, él la ayudaría a caminar.
Estábamos en la parada de Gran Plaza, empezábamos una cuesta abajo y el agua empezaba a subir, no sabía si seriamos capaces de llegar hasta el final sin que el agua nos cubriera, aún así y sin alentar a nadie, seguí caminando al lado de los demás.

***

Silvia, Aránzazu y Ro vieron con los demás se alejaban y se perdían entre la multitud de no muertos. Ellas sabían que Marta estaba allí entre todos esos viandantes sin alma, pero tenían que buscarla y sobre todo tenían que salir de allí, porque la explosión había limpiado la zona, pero atraería a más.
  •         Busquemos un edificio alto-. Propuso Ro mientras corrían a todo galope.
Silvia tenía la ballesta y con ella empezó a disparar a los zombies que se le interponían, con la mala suerte de no acertar al blanco, era inexperta. Aránzazu iba con su cuchillo como arma habitual, prefería correr de los zombies antes que matarlos, pero si uno se interponía entre ella y su meta no duraría en acabar con él. Ro, más violenta que sus compañeras, mataba todos los zombies que podía con la culata del rifle.
Entraron en un portal y atascaron la puerta con un par de sillones y unas mesas que había en el lugar.
Se tomaron un tiempo para descansar, no dijeron palabra alguna, iban a contrarreloj, podían conseguirlo, sólo tenían que ser rápidas.
Subieron a la azotea, en su camino, todo en silencio, no tuvieron problemas para llegar a la cima, empezaron a buscar, pero entra la muchedumbre no les resultaba ninguna cara familiar.
  •         Esto es peor que buscar a Wally-. Dijo Silvia para aliviar el sufrimiento y el miedo que tenían las tres.
Aránzazu rompió a reír, era una manera de des estresarse que a las demás no desagradó.
Ro apuntaba a la muchedumbre, y allí estaba ella, todavía conservaba su larga melena, pero se le había caído parte de la cara, tenía el brazo derecho roto y le faltaba un ojo.
Ro se preparó, respiró hondo y disparó. Marta descansaba en el suelo, no podrían darle sepultura, ya que no tenían tiempo y su cuerpo desaparecería tras la explosión.
Desanduvieron el camino recorrido hasta llegar a la puerta del edificio en el que se encontraban, podían salir con facilidad de allí, tan sólo tenían que correr unos cuantos metros hasta la boca de metro, pero todo no sería tan sencillo, empezaba a amanecer y los rayos del Sol brillaban como nunca antes lo habían hecho.
Salieron corriendo como si estuvieran recibiendo latigazos, vieron pasar sobrevolando la zona lo que parecían dos cazas, se detuvieron a observar, pero la velocidad que alcanzaban era tan alta que sólo pudieron ver unos reflejos. Sólo basto ese momento para que los zombies se les echaran encima, Silvia atravesó la cabeza de uno paralelamente al eje de su cuerpo con una flecha, lo hizo tan bruscamente que le rompió la mandíbula del golpe. Aránzazu estaba en el suelo, a punto de ser devorada, rodó sobre sí misma y se situó encima del errante, empezó a gritar y agarrando la cabeza del errante empezó a apretarle los ojos con los pulgares hasta que estos entraron en su totalidad en el cráneo del zombie. Se levantó y echó a correr para ayudar a Ro, Silvia y estaba allí, pero sólo asestaba golpes a los que se acercaban, Ro seguía agarrada de los brazos de muerto en lo que parecía una lucha de judocas, en cualquier momento caerían al suelo, pero no se sabía quién caería encima de quién. Aránzazu placó al zombie cayendo ambos al suelo, al ser arrancado el errante de los brazos de Ro este le arañó ambos brazos con su uñas, haciendo que la sangre corriera por sus extremidades hasta llegar a las manos.
Siguieron corriendo hasta llegar a la boca de metro. Una vez allí limpiaron las heridas de Ro, a ambos lados de los arañazos su piel se tornaba morada, debido a la infección.

  •        ¿Me convertiré por culpa de los arañazos?-. Preguntó Ro agitada por la carrera.
  •         No creo, siempre lo hemos visto como se convierten por culpa de los mordiscos. No creo que esto te afecte-. Respondió Silvia con aire tranquilizador.

Empezaron a caminar por el lado izquierdo de los túneles, pero a las tres les extrañaba que Julián, Paula y Juan Carlos no hubiesen llegado todavía.

***

Corrían por las calles que Juan Carlos había señalado en el mapa. En las manos de Paula, el martillo, Julián llevaba un cuchillo de caza de los militares, pero Juan Carlos llevaba el material pesado, sostenía entre sus manos una de las escopetas y haciendo de bandolera una ristra de balas. Juan Carlos iba a darlo todo, todo por Patri.
Giraron en la segunda esquina, ya veían en letrero del veterinario, la calle estaba desierta. Había un Jeep militar aparcado al lado del veterinario. Se pararon en seco y retrocedieron hasta la esquina que acababan de pasar.
  •         ¿Creéis que será una de las brigadas de exterminio? -. Preguntó Paula en un susurro.
  •         Tenemos que esperar-. Comentó Julián mientras miraba como si fuera un espía desde la esquina.
  •         No podemos esperar, van a arrasar la ciudad y yo no pienso dejar a Patri, vamos a entrar-. Ordenó Juan Carlos-. Vamos, coged las pistolas-. Cargó la escopeta y salió a correr.
Llegaron a la clínica, había sangre por todas partes, estaba coagulada y ennegrecida, por lo que Paula dedujo que llevaría ahí al menos un día.
Juan Carlos se puso la culata de de la escopeta en el hombro y empezó a andar, parecía salido de un juego de acción. Entró en la sala de espera, seguido por Paula y Julián, pero allí solo encontraron más sangre. Pasaron por el pasillo de camino a la consulta uno, había un camino de sangre, como si hubieran arrastrado a alguien, lo siguieron, se dirigía a la consulta dos.
Al entrar allí había un militar en el suelo, estaba vivo, pero a punto de morir por una mordedura.
  •         ¿Quiénes sois?, alejaos de mi o os dispararé-. Dijo el militar mientras les apuntaba con la pistola, sostenida por una mano temblorosa.
  •         ¡Tú no vas a disparar a nadie, cabrón!-. Le gritó Paula mientras con el martillo le golpeaba la mano que sostenía la pistola, cayendo esta al suelo.
  •         Estáis sanos, no estáis infectados-. Dijo el militar con dificultad.
  •         ¿Cómo puedes saber que no estamos infectados?-. Preguntó Juan Carlos con curiosidad.
  •    Por vuestros ojos. Si estuvieseis infectados las venas de vuestros ojos se pondrían oscuras, marcándose cada vez más. Yo estoy infectado, ¿Cómo tengo los ojos?.
  •         Totalmente rojos-. Contesto Julián.
  •         Entonces ya ha llegado mi hora-. Cogió la pistola del suelo y se la puso en la sien.
  •         ¡Espera!-. le gritó Julián cogiéndolo de la mano-. ¿Has visto a un perro de pelo marrón claro?-.
          El militar sonrió y señalo a la puerta que estaba enfrente de la habitación dónde se encontraban.
  •         Cogedlo, pero daros prisa si queréis intentar salir de aquí, mis compañeros vendrán a recogerme e inyectarme el antivirus, si os encuentran aquí os matarán y unos cazas bombardearán la ciudad a las dos de la tarde.
  •         ¿Has dicho que hay un antivirus?-. Preguntó Paula agitadamente.
El militar empujó a Julián y se metió un tiro en la sien.
  •         ¡Busquemos a Patri y salgamos corriendo de aquí!-. Gritó Juan Carlos mientras atravesaba la puerta de camino a la otra habitación.
Tras la puerta allí estaba Patri, lo habían alimentado, estaba todo lleno de excrementos y de comida. Aquel encuentro fue muy emotivo para sus dueños. Paula los observaba con alegría apoyada en el quicio de la puerta.
Se escucharon pasos, eran firmes y continuos, eran personas vivas, seguramente los amigos del suicida.
Julián cogió a Patri mientras Paula cerraba la puerta y Juan Carlos abría la ventana para salir de allí.
Salieron uno a uno, Paula estaba saliendo y Patri empezó a ladrar lo que hizo que Paula pegase un brinco y se golpeara con la ventana rompiéndose el cristal. El ruido alentó a los militares y entraron en la habitación disparando a bocajarro. Consiguieron huir y llegar hasta el jeep que estaba estacionado en la puerta.
  •         Subiros al jeep-. Ordenó Juan Carlos al mismo tiempo que les enseñaba las llaves.
Juan Carlos conducía, Julián iba en el copiloto con Patri y Paula se sentó atrás. Los militares no tardaron en salir y coger el otro jeep con el que ellos habían llegado.
La persecución había empezado. Juan Carlos giró a la derecha, el otro coche los seguía muy de cerca. Los zombies empezaron a aparecer, Juan Carlos los esquivaba como podía pero a algunos era inevitable atropellarlos, lo que hacía que el coche se desequilibrase por una decima de segundo.
Empezó el tiroteo, las balas silbaban por toda la calle, una atravesó el cristal del maletero y le rozó a Paula la oreja. Esta empezó a gritar, pero en vez de agacharse y taponarse la herida, cogió la escopeta y empezó a apuntar al otro coche.
Las balas iban ahora en las dos direcciones, cada vez había más zombies y a Juan Carlos le era imposible no atropellarlos o embestirlos y que volaran por encima del coche.
La luna del coche estaba llena de sangre y cada vez era más difícil conducir, giraba en cada calle a una velocidad de vértigo, pero eso les permitía hacer perder a los militares algunas balas.
Un errante voló por encima de jeep y cayó en la luna del coche que iba detrás, Paula aprovechó ese momento para dar un tiro certero al conductor y hacer que se estrellaran contra una esquina.
  •         ¡Frena, se han estrellado!-. Gritó Paula-.
El jeep se detuvo, Juan Carlos y Paula se bajaron del coche mientras Julián se quedaba con Patri.
Un militar salía arrastrándose del coche, iba desarmado y arrastrando un maletín. Paula le puso la escopeta en la cabeza del militar.
  •         Mátame, pero no servirá de nada, no conseguiréis salir de la ciudad con vida, tenemos cubierta las vías de los trenes para que descarrilen, patrullas cubriendo un perímetro fronterizo que rodea la ciudad y tanques en las salidas del metro.
Paula se llenó de ira y disparó, la cabeza del militar se deshizo en mil pedacitos llenando los zapatos de Paula de sangre.
Juan Carlos se acercó al coche, los otros dos militares habían muerto, tenían un coche y habían acabado con otro grupo de militares.
  •         Juan Carlos mira esto-. Paula llamó su atención y esta abría el maletín, dentro había dos viales de suero con la serigrafía de antiviral.
Lo cogieron y se metieron en el jeep. Tenían la cura pero iban a morir, todo estaba asegurado para que nadie saliera de allí. Habían rescatado a Patri y ahora les tocaba a ello avisar a sus amigos, ya que a la salida del metro no les esperaba la libertad, sino la muerte a modo de tanque. 

jueves, 10 de mayo de 2012

Día 7, Oliendo la muerte


Seguíamos en los cines, nuestros corazones latían con rapidez. Estábamos todos de pie y no éramos capaces de crear un solo pensamiento que nos ayudara con aquella situación.
Nadia y Vic habían bajado a por las armas, en aquel momentos era lo único que podíamos hacer.
Los disparos no cesaban en el exterior y Jenni se tapaba los oídos como si aquella acción la transportase a algún lugar tranquilo.
Silvia y Luis tuvieron la primera buena idea, saber cuantos militares había. Eso sería difícil, pues, quién se atrevería a salir a contar.
Vic y Nadia llegaron con las armas. Teníamos que planear una estrategia, conocíamos el centro comercial, eso debería darnos alguna ventaja.
Todos empezaron a coger armas, Luis, sin embargo, cogió la mirilla del rifle y salió a la azotea, miré desde la puerta y vi que iba corriendo a toda velocidad hasta el otro lado, lo perdí de vista cuando giró en la esquina.
No podía dejar de mirar el último sitio por dónde paso Luis. Al cabo de un minuto volvió. Cerré la puerta cuando paso a mi lado.
Al parecer había ocho militares armados con metralletas. Me arrepentía de que ninguno de nosotros hubiera cogido un arma automática de la armería.
Aránzazu propuso salir por el garaje, lugar ala que todavía no habíamos accedido.
Si queríamos intentarlo tendríamos que bajar de inmediato.
Corríamos escaleras abajo cuando unos disparos en la planta baja nos comunicaron que estaban dentro, nos paramos en seco, mi corazón dio un vuelco.
Habían entrado y las armas que llevábamos encima no serían suficientes.
Estábamos en las escaleras de la primera planta, en un susurro, Ro dijo que fuéramos al otro lado del centro comercial.
De puntillas, pasamos enfrente del McDonald’s y empezamos a rodear la cristalera. Al mirar abajo, una gran masa de zombies se amontonaba en la calle.
Nos escondimos en Décimas, si venían los veríamos a través de la cristalera, que hacía un semicírculo en el centro del edificio.
Me encontraba detrás del mostrador, al mirar a mi izquierda, vi que Vic elegía un stick de hockey como arma silenciosa.
Cristóbal pensó que en un fuego cruzado seríamos más fuertes. Solís, Adriano, Rocío y Paula se fueron con el a la tienda Mango que estaba justo enfrente.
Le pedí a Luis que me diera la mirilla del rifle, que aún tenía apretada fuertemente en su mano derecha.
Mientras encajaba la mirilla en su abertura, vi como ocho cabezas empezaron a aparecer una tras otra por las escaleras que estaban al lado del McDonald’s.
Era mi momento, apoye el rifle en el mostrador, lo sostuve contra mi hombro, mire por la mirilla y al mismo tiempo que cogía aire disparé. Un militar cayo hacia atrás, muerto, los demás se agacharon, los perdí de vista.
La sensación que recorría mi cuerpo no era para nada buena, había matado a un hombre, pero el quería matarme a mi.
Mis amigos, algunos de pie y otros apoyados sobre una rodilla, tenían las pistolas o las escopetas bien armadas, listas para ser disparadas.
Durante cinco minutos todos nos quedamos en la misma posición, al otro lado de la cristalera, no había ni un solo atisbo de vida.
Un reflejo hizo a Elia disparar. Ese reflejo era de los militares, habían dado la vuelta y ahora, con aquel disparo, sabían nuestra posición exacta.
Intenté arrastrar en mostrador sin hacer ruido para cambiar mi posición.
Las metralletas empezaron a disparar, los cristales empezaron a romperse y a hacerse añicos contra el suelo.
Los disparos cesaron y mi respiración empezó a disminuir.
Vi como Adriano, desde el otro lado, se tiraba al suelo y con la escopeta empezaba a lanzar metralla. Silvia y Ro se lanzaron también al ataque.
Cuando dejaron de disparar salieron de las tiendas, había abatido a tres más.
Con un gesto de la mano de Silvia, el resto, salimos de las tiendas.
Jenni, Nadia y Julián enfundaron sus pistolas y cogieron las metralletas y los cuchillos de los militares.
En el momento en el que Jenni empezó a retirarse, uno de ellos se incorporó y la cogió del cuello, Jenni se revolvió y le dio un codazo y con el cuchillo que acababa de coger le atravesó el costado, el militar cayo hacia delante y del golpe que dio su cabeza contra la barandilla se rompió el cuello.
Las balas empezaron a silbar, Julián gritó que nos echásemos al suelo.
Algunos corrieron hacia las tiendas, otros se quedaron allí tirados y yo salté a las escaleras mecánicas que me empezaron a trasportar a la planta baja.
Me giré a tiempo para ver como a Luis lo atravesaban las balas. Todo pasó muy lento, su cuerpo sufría espasmos debido a los impactos, la sangre brotaba por su boca y su ojos, clavados en los míos, me mostraron que la vida se desvanecía de su cuerpo. Las escaleras bajaron, perdiendo a Luis y a toda la plata de vista.
En la plata baja, los militares habían dejado la persiana abierta y los zombies empezaban a entrar.
Pensé en que mi fin, igual que el de Luis, había llegado, pero no me rendiría, empecé a disparar, iban cayendo uno tras de otro, eran demasiados.
Entre en CORTEFIEL y para mi asombro, vi unas escaleras que llevaban a la planta de arriba, subí las escaleras.
Al acercarme a la puerta de la tienda, vi a Julián en el suelo, junto a Luis, un militar le apuntaba a  la cabeza. Supuse que los demás estarían arrestados o muertos.
Alguien me cogió del brazo, me giré y le golpee con la culata del rifle, era Paula, a su lado Vic.
Escuchamos un disparo, que hizo que nos agacháramos.
Desde allí tenía ángulo suficiente para liberar a Julián, tenía que intentarlo. Mientras cogía posición, escuché los gritos de Solís y Elia, los de esta última eran inconfundibles.
Paula y Vic empezaban a golpear a los zombies que subían por las escaleras, bastaba con golpear a el primero para que cayera y los demás fuesen con él.
Estaba temblando, miré dos veces por la mirilla y disparé, el militar cayó. Julián se levanto y salió corriendo hasta la tienda SPRINGFIELD dónde se escondió, estaba enfrente de la tienda en la que yo me encontraba.
Un militar sacó a Cristóbal, Aránzazu y a Solís de Mango y se los llevó a Décimas a punta de metralleta. Ese mismo militar volvió a salir en la dirección en la que nos encontrábamos, di señales a Paula y a Vic para que se escondieran.
Vic se había escondido próxima a la puerta, desde mi posición podía verla.
El militar gritó a sus amigos que los errantes subían por las escaleras mecánicas.
Un golpe de alguno de los zombies hizo que el militar entrase en nuestra tienda y empezara a disparar, abatiendo a todos los zombies que se encontraban subiendo las escaleras.
Vic salió de su sitio y golpeo con el stick los brazos del militar, haciendo que el arma cayera al suelo, girando sobre si misma lo golpeó en el cuello desplomándose este en el suelo, inconsciente.
Rocío empezó a gritar diciendo que el disparo de antes había sido Ro matando a un militar.
Paula dedujo que quedaban dos, uno estaba inconsciente a nuestros pies.
Paula y yo fuimos a por el último. Mientras, Vic se quedaba con el militar.
Rodeamos las escaleras, matando a algún que otro errante que había conseguido subir, para ir primero a por Julián.
Despacio, y casi levitando, fuimos a la tienda de Décimas, sólo quedaba uno, podíamos conseguirlo.
Al asomarme por el cristal el militar estaba de espaldas a nosotros. Rocío estaba inconsciente en el suelo y Aránzazu y Elia lloraban.
El militar se dio cuenta de nuestra presencia y se giró, en ese mismo instante, En ese mismo instante Cristóbal le dio una patada en la pierna derecha, haciendo que se tambaleara, Adriano lo aplacó y cayeron los dos al suelo, el militar empezó a golpearle.
Nadia se armó de valor, cogió la metralleta, al verla el militar se incorporó para pararla, pero Nadia ya le estaba vaciando el cargador en el pecho. Silvia ayudó a Adriano a levantarse.
Vic vino corriendo, los errantes entraban a bocajarro en el centro comercial, teníamos que salir de allí ya.
Teníamos a los errantes encima, suponía que al militar se lo habían comido los zombies, cosa que en aquel momento no me importaba mucho, ya que toda la zona estaba invadida.
Vic, cual guerrero samurái, empezó a repartir golpes  con el stick para contenerlos un poco, pero fue imposible.
Entre Cristóbal y Ro cogieron a Rocío, que seguía inconsciente, mientras que Julián ayudaba a Silvia a mover a Adriano.
Mientras caminábamos a paso ligero, Elia tuvo una idea, sacar las botellas de butano y hacerlas explotar.
Ella, Solís y Jenni fueron se adelantaron corriendo para coger las botellas del fogón de leña, el Gambrinus y el Wok. En total eran seis.
Silvia, Adriano y Julián iban demasiado lentos, con las pistolas intentábamos retener a los zombies, pero no lo conseguíamos. Tuvimos la mala suerte de que uno consiguiera morder a Adriano en la espalda, de una patada que hizo que se despeñara por la ventana, Julián se lo quitó de encima.
Cuando llegamos a la altura del McDonald’s, vimos que las chicas habían colocado las bombonas a la altura del Mascarpone.
Adriano se soltó de Julián y Silvia y dijo que el retendría a la horda mientras nosotros escapábamos. Llamó a Paula y le pidió un pistola. Adriano le entregó una nota de despedida para Rocío.
Salimos corriendo por las escaleras hacia arriba, mirando hacia atrás como si así pudiésemos despedirnos de Adriano.
Ya estábamos corriendo por la terraza y mis remordimientos por dejar a Adriano atrás cada vez eran mayores. Mientras bajábamos las escaleras laterales Adriano hizo explotar las botellas, haciendo que toda la pared frontal del centro comercial y parte de las escaleras que estábamos bajando se cayeran.
Las escaleras se desmoronaban con cada paso, pero conseguimos llegar abajo.
Los errantes abarrotaban la calle, empezamos a disparar a diestro y siniestro para abrirnos paso. A gritos, pusimos nuestro punto de encuentro en un edificio cercano.
Julián, que estaba a mi lado, salió corriendo en otra dirección hasta que lo perdí de vista.
Llegamos al edificio y empezamos a entrar uno a uno, era un edificio de oficinas, en el que estábamos todos menos Julián.
Subí a la primera planta, allí un no muerto de pie, cogí un pisapapeles y se lo hundí en la cabeza, lo eche a un lado y me asomé a la ventana. Julián venía corriendo hacia nosotros de la mano de Juan Carlos.
Iban sorteando zombies y matando a otros, pasaron por al lado de Marta, ya estaban cerca del edificio, así que grité para que los dejasen pasar.
Una vez dentro me giré para bajar a ver a Juan Carlos, pero Vic estaba detrás mía, la expresión de su cara era de pleno terror.
Me entregó una carta que le había cogido al militar, me la hizo leer al instante y citaba lo siguiente:





Sevilla, 17 de Mayo del 2012


A las 18:00h del día anterior, fue liberado el virus de la resurrección en la ciudad de Sevilla, transmitiéndose por el aire e infestando a todo ser muerto y resucitándolo, pero no como se esperaba, sus únicos síntomas son las ganas de nutrirse.
Los mordiscos de estos seres infectados hacen que los vivos mueran y se conviertan en lo mismo que ellos.

Nombro al Teniente Moreno Tejero de Sevilla para erradique esta plaga, de manera que:

-       No se deje salir a nadie de la ciudad.
-       Se erradique a todo ser infectado con este virus.
-       Si al cabo de 5 días no se ha erradicado, entrar en la ciudad y acabar con todo ser, vivo o muerto.
-       Pasados 8 días desde la infección, si todo sigue igual, se soltará uno bomba en la ciudad para erradicar la infección.


Antonio Tocino Reguera,
General del Ejercito del Estado Español.





Ahora entendía la expresión de su cara, después de todo lo que habíamos pasado para sobrevivir iban a a arrasar la ciudad.  

miércoles, 18 de abril de 2012

Día 6, Un adiós


Me desperté con el sonido del agua cayendo en el lavabo, los rayos del Sol entraban por las rejillas de la persiana y el reloj de la cocina marcaba las diez de la mañana.
Silvia estaba comiendo en la cocina y Paula estaba en el baño, ella era la que me había despertado.
Me acerqué para ver a Julián, estaba sentado a los pies de su cama, apoyado sobre las rodillas, los dedos de las manos entrelazados, la cara paralela al suelo y la mirada observando el vacío. Su cuerpo estaba allí, pero su mente pensaba en Juan Carlos.
Terminé de abrir la puerta de aquel cuarto, hasta que el pomo chocó contra la pared y del estruendo Julián pegó un salto, había vuelto en sí.
Adriano me tocó el hombro en señal de que quería pasar, me aparté y le dio la taza de tila que llevaba en la mano a Julián.
Levanté la persiana y una brisa de aire fresco se deslizó suavemente por mi cara. La zona estaba despejada, no había ni un solo errante, era el momento de salir.


***

En Nervión ya estaban todos despiertos. Luis y Vic se dirigían ya hacia la azotea para hacerle el cambio a Aránzazu y Miguel. No sabían que aquel día iba a ser bastante movido, pero que día no lo había sido.
Ya en la azotea los cuatro miraban sorprendidos a un mismo punto.
Vic volvió sobre sus pasos hacia los cines y empezó a bajar las escaleras a todo prisa, Nadia la vio correr y fue detrás de ella, bajaron las escaleras y allí tenían, al otro lado de la persiana, a Elia con una chica zombie embarazada, ataca con una cadena al cuello y a las manos.
Nadia y Vic abrieron la persiana, para que Elia y su amiga muerta entraran.
En la cara de Elia se notaba el sufrimiento que había pasado en esos días, incluso estaba más delgada y por sus ojeras se podía ver que había dormido poco.
Elia ató a la errante al stand de Movistar y abrazada a Vic y a Nadia empezó a relatar su historia.




Al parecer, cuando se dio a Elia por muerta, empezó a correr por los túneles del metro gritando y disparando, en la estación del Parque de los Príncipes alguien la ayudó a subir, era una amiga suya de la infancia, embarazada de nueve meses.
Elia le contó que sus amigos, nosotros, nos dirigíamos a Nervión, por lo que ella pensaba dirigirse también hacia allí. Ambas pusieron rumbo a Nervión.
Al día siguiente, en una calle cercana a Nervión, se encontraron a un pastor alemán, y al querer acercarse a él se dieron cuenta de que era un zombie, corrieron hacia un taller con las persiana abierta, pero antes de entrar, el pastor alemán alcanzó a la embarazada en la pierna.
Elia, a patadas, consiguió quitarle al zombie de encima y tirar de su amiga hasta el taller y cerrar la persiana.
Sabía que su amiga moriría, así que la embarazada le hizo prometer que le sacaría al niño de dentro y lo cuidaría.
Una vez muerta la ató con cadenas y la llevó al centro comercial.




En lo que Elia contaba su historia, nosotros ya estábamos en Luis de Morales y al mirar a la azotea del centro comercial, vi allí a Aránzazu, Miguel y Luis.
Subimos las escaleras laterales del centro comercial para abrazarnos a aquellos tres. Nuestra misión había sido fallida, no habíamos encontrado a Juan Carlos.
Ya no hacía falta vigilancia, así que bajamos todos a nuestra casa, por llamarlo de alguna manera.
Nuestra sorpresa fue grande, allí estaban Solís y Cristóbal, pero nuestra alegría no terminaba con ellos, Paula se asomó por las escaleras y vio a Elia, gritando su nombre bajo las escaleras, haciendo que todos la imitásemos.
Al ver al zombie atado allí nos llevamos un susto y  Vic quiso matarla a navajazos, pero Elia la detuvo explicándonos su propósito, algunos se mostraron reacios, pero otros quisieron ayudarla.
Nadia, que le encantaba ver la MTV, dijo que había visto hacer una cesaría y que se necesitaban varios materiales.
Tomó el mando y mandó a Rocío, que conocía muy bien la tienda aromas, a por unas tijeras, a Ro a Gambrinus a por un cuchillo de serrar, a Jenni al restaurante americano para que cogiera todos los manteles que pudiera. Cristóbal se ofreció para coger un cubo de la limpieza y llenarlo de agua.
Una vez todos los materiales estuviesen reunidos había que tumbar al zombie en el suelo y dejarlo lo más inmóvil posible.
Elia la desató y Julián le dio tal patada en la cabeza que cayó hacia atrás, dando un fuerte golpe contra el suelo.
Miguel le aguantó la cabeza, la errante no paraba de moverla y de emitir sonidos desagradables. De los brazos la agarraron Solís y Silvia, y las piernas eran para Vic y Aránzazu.
Nadia cogió el cuchillo que le había dado Ro, y midiendo cuatro dedos por debajo del ombligo, hizo una incisión longitudinal de dos centímetros de profundidad. La sangre empezó a salir a borbotones y Jenni con los manteles limpiaba todo lo que podía para que Nadia pudiese ver, el olor era muy desagradable.
La zombie no se estaba quieta y cada vez había tenían que hacer más fuerza para mantenerla inmóvil.
Nadia, con las tijeras, empezó a cortar la placenta, fue entonces, cuando en un momento de flaqueo de las fuerzas de Miguel, la errante aprovechó para morderle el brazo. Cuando Miguel retiró el brazo su piel estaba en la boca del zombie y la sangre recorría el brazo de Miguel hasta llegar al suelo.
Miguel se apartó y aquella situación empezó a volverse más peligrosa de lo que era, todos se movieron de sus puestos y la no muerta empezó a levantarse. Jenni con un mantel limpio rodeo a la zombie y empezó a ejercer presión sobre la herida de Miguel.
Adriano fue a por la pala.
La amiga muerta de Elia se puso en pie y la abertura que Nadia había causado en su vientre hizo que el bebé se desprendiera y se estampara contra el suelo. Todos empezamos a gritar de la impresión que nos dio, pero al ver bien al niño vimos que era un zombie.
Adriano le dio con la pala a la madre en la cara, eso solo provocó que volviera a caerse de espaldas, siguió moviéndose. Con la pala de canto le asestó un golpe en el cuello, provocándole su fin.
Elia se dirigió al bebé zombie y le pisó la cabeza.
Intentando olvidar aquella escena me dirigí hacia Miguel, Jenni seguía presionando la herida y Rocío estaba a su lado llorando.
Miguel iba a morir, no sabíamos cuando, pero aquello ocurriría.
Cogí uno de los manteles y corte una parte en forma de tira, le dije a Jenni que retirase el mantel y le hice un torniquete a Miguel. No paraba de gritar y aquella fuerza que apliqué en su brazo hizo que gritara aún más.
La herida de su brazo empezó a tornarse de rojo a negro. Al igual que pasó con Marta,  empezaron a salirle ojeras y un sudor frío.
La escena era espantosa, Miguel sollozaba y los demás no paraban de llorar.

Al cabo de un rato Miguel se calmó, dijo que quería tomar el aire un rato. Fuimos con el hasta la azotea.
Algunos estaban abrazados, otros, apartados del resto, lloraban y otros estábamos con Miguel.
Sabíamos que moriría en algunas horas, sus venas empezaban a verse a través de su piel, su sangre no fluía igual que antes por su cuerpo y empezaba a ponerse oscura.
Miguel se apoyó en la baranda, mirando al campo de futbol y de un salto se tiró al vacío. Paula, que estaba a su lado, lo cogió del pie, quedándose con el zapato de este en la mano.
Miguel había decidido no convertirse en zombie y librarnos a los demás a tener que matarlo.
Al mirar hacia abajo vi que su cráneo se había roto con el impacto y que un cerco de sangre rodeaba su cuerpo.

Conocía a Miguel desde hacia cuatro años y lo habíamos perdido en veinte minutos.
Estábamos en los cines, algunos sentados en los sillones y otros, como yo, en el suelo debajo de la pantalla. Nadia estaba apoyada en mi hombro.
Parecía que habíamos pasado horas allí sentados, al mirar el reloj de Nadia vi que mi suposición era cierta, llevábamos varias horas llorando a Miguel.

Un tiroteo empezó en la calle, nos levantamos y salimos corriendo a la azotea, era de noche y el ejercito mataba zombies a punta de metralleta.
Empezamos a gritar para que nos oyeran, todo lo que había pasado aquel día no le había dado tiempo a Solís para contarnos lo que pasaba con el ejercito, los que lo sabían intentaron silenciarnos, pero Paula, Elia, Adriano, Julián, Silvia y yo no sabíamos porque y seguíamos gritando.
Un grito de Solís de “nos quieren muertos” hizo que nos calláramos, pero era tarde, los militares nos habían visto.
Nos atrincheramos en los cines y entre Solís y Cristóbal nos lo contaron todo.
La llegada de los militares hasta nosotros era inminente, teníamos dos opciones, luchar o huir. La batalla que nos tocaba en eso momento no sería contra muertos, sino contra gente viva como nosotros.
Si nos atacan, nos defenderemos, estábamos vivos y queríamos seguir estándolo, n momento decisivo iba a llegar, lo haríamos por nosotros y por los que habían caído.